miércoles, 12 de julio de 2023

📄 ¿Por qué la gente cree en las fake news o esparce voluntariamente mensajes de odio?

(Getty images)

Cristian Berríos

La primera respuesta que aflora ante esa pregunta sería un insulto. Y ese es un triunfo inmediato de una falacia. Bajo el disfraz de la intolerancia, se escondería algo aún más grosero, como es el engaño, la manipulación y los insaciables colmillos de la avaricia. 

Se sabe que la palabra y el papel soportan falsedades de cualquier tipo. Andrónico Luksic se presenta como un empresario, pese a que otros podrían considerarle un destructor del medioambiente o un lanza del agua; Juan Sutil es de igual modo un hombre de negocios y no se autodenomina un político frustrado o financista de personajes que rematan sus principios a buen precio;  Cristián Warnken se asigna a sí mismo el rol de pacificador, pidiendo el triunfo del olvido a través de columnas mediocres en el reino de la impunidad. Más de alguien pensaría que es una marioneta vestida de amarillo, color que al menos en Chile caracterizó el despliegue en las calles de No+AFP. 

Queda en evidencia que es legítimo presentarse de una forma en que no se es, al igual que en una performance. Es prerrogativa de una persona, y corresponde a la sociedad en su conjunto situar a cada uno en su lugar. Aún así no es tan fácil aceptar que se propaguen mensajes de odio y abierta discriminación de forma entusiasta e igualmente cobarde. Si la religión lleva a la persecución de los/as inocentes, entonces ahí habría un cruel despliegue de poder, aunque brillara por su ausencia la fe en la furibunda verborrea de un enajenado, pero no habría un motivo que resistiera un análisis. Una creencia no puede transformar a un ser civilizado en un miserable y, de igual forma, la razón tampoco participaría de tal decadencia. 

Si esparcir una mentira como esporas venenosas es una forma de contribuir a la ignorancia y la desinformación ¿Por qué hay personas que lo hacen? 

Descartando a las fuentes de origen, que se mueven por intereses políticos y económicos, hay grupos cuya premisa es repetir mensajes que contradicen a los hechos, como por ejemplo, esa cantinela de que el fascismo representa a la izquierda. El 23 de marzo de 1919, Mussolini creó los Fascios Italianos de Combate. Esta organización daría origen posteriormente al Partido Nacional Fascista, que en un inicio copió algunos postulados socialistas para ganar adhesión popular, aunque sus ideas nacionalistas y violentas inspiraron al propio Hitler. En resumen, el fascismo representó en Europa una avanzada nefasta de la extrema derecha, la cual significó a la humanidad la pérdida de millones de personas entre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. 

Por otra parte ¿Qué lleva a individuos medianamente racionales y educados a ser cómplices del negacionismo? Una causa es el afán de conseguir un fin sin que importen los costos, un narcisismo exacerbado que está reñido con toda lógica imaginable y una ausencia de valores o ética. 

Las fake news encuentran un campo fértil en las mentes perezosas de quienes sucumben en el debate. En vez de formar parte de un argumento se transforman en armas que buscan desestabilizar emocionalmente al interlocutor ¿Por qué se niega un crimen a los familiares de las víctimas? Para profundizar una herida, sin embargo, al mismo tiempo se crean obstáculos para el desarrollo de un país. Más grave aún es el daño si este complot es avalado por canales de televisión, medios radiales y colegios conservadores. 

Se puede mentir e insultar a nombre del patriotismo, pero al mismo tiempo se vulnera un derecho fundamental de las nuevas generaciones de un país: A desarrollarse en entornos que privilegian la razón antes que la violencia intelectual, aquella que busca demonizar a las verdaderas víctimas. 

En resumen, es posible falsear la verdad a voluntad, y seguir como esbirros los designios de una coalición, aunque aquello no cambiará la realidad. Sólo se empobrecen las instancias de diálogo y crecimiento, y se ridiculizan a sí mismos quienes actúan como vehículos de la falsedad. 

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