Cristian Berríos
Esta escena de El Padrino [1972] marca un antes y después en la vida de Michael Corleone. Hasta ese punto, el espectador o espectadora se ha convencido de que no existe otra alternativa. Michael debe defender a los suyos, tras los atentados hacia Don Vito, uno de ellos ha dejado a su padre gravemente herido, y otro fue frustrado por él mismo en el hospital.
El plan surge del propio Michael, ante la incredulidad de Santino y la complacencia de Tom Hagen. La única forma de devolver el golpe es acabando con sus enemigos sin misericordia.
A esas alturas, no puede confiar en la justicia, debido a los negocios de su familia y la corrupción del capitán Marc McCluskey, el cual ha dejado un visible hematoma en el rostro de Michael, luego de que Sollozo fracasara en un segundo atentado contra su padre ¿Qué opción tenían los Corleone? ¿Huir? ¿Llegar a un acuerdo y ceder sus privilegios? Queda demostrado a lo largo de la trilogía que un ataque es una gran defensa y que el discernimiento entre el bien o el mal es eclipsado por la estrategia, decisión y eficiencia. Casi todo se trata de "un asunto de negocios".
Por ejemplo, Vito Corleone deduce posteriormente que la muerte de Santino era una jugada superior a la capacidad de Sollozo. No realiza un juicio de valor acerca de aquel que planeó el asesinato de su hijo. Entiende que es una maniobra más dentro de una guerra para sacarles del negocio y obtener el poder.
Sin duda, Michael sabía lo que era matar, porque tanto en la novela de Puzo como en el filme de Coppola es presentado como un héroe de guerra. Además, conoce ampliamente los negocios familiares, como demuestra la anécdota que cuenta a Kay Adams en el matrimonio de su hermana Connie.
Sin embargo, en el Louie's Restaurant ingresa a un mundo que hasta entonces le había sido ajeno debido a la aspiración de su padre de que fuera un hombre honorable.
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